Durante la última etapa de gestación y primera etapa de la lactancia, especialmente las vacas lecheras experimentan un dramático incremento de los requerimientos nutricionales, los cuales no pueden satisfacer sólo por medio de la ingesta, la que también se encuentra limitada por el volumen que ocupa el feto a término en el abdomen desplazando al rumen. La demanda de energía por tanto no puede ser satisfecha con la energía ingerida, provocando un estado de balance energético negativo.
Para satisfacer esa demanda de energía, las vacas movilizan grandes cantidades de ácidos grasos no esterificados desde el tejido adiposo de reserva. Cuando esos ácidos grasos liberados, que llegan al hígado a través de la sangre, superan la capacidad del hígado para metabolizarlos, se depositan en los hepatocitos (células hepáticas) produciendo un hígado graso.
El hígado es un órgano multifacético que actúa como cruce de todas las rutas del metabolismo energético y su integridad es vital para todos los procesos fisiológicos vitales, por lo tanto un hígado cargado de grasa tiene múltiples efectos negativos sobre la salud, la productividad y la fertilidad.
Se considera que en el período de transición el 50% de las vacas lecheras están afectadas de hígado graso en diferentes niveles, por lo que éste flagelo debe ser tenido siempre presente en la gestión y el manejo de las vacas en el tambo durante esos 90-100 días que van desde el secado hasta la primera inseminación. En este período las vacas también se encuentran normalmente con procesos de estrés oxidativo y de inflamación metabólica, lo que nos obliga a trabajar sobre varios pilares importantes a fin de minimizar los efectos negativos de todos estos procesos y disminuir pérdidas productivas y económicas en el establecimiento.
Los puntos en los que debemos actuar son los siguientes:
-Un correcto secado con los días correspondientes y elección de una terapia antibiótica efectiva.
-Un correcto manejo del bienestar animal durante el período seco, asegurándole a las vacas un buen lugar con agua, sombra y buena cama.
-Un buen manejo nutricional con energía y con la cantidad suficiente de minerales y vitaminas, ya que nos estamos jugando la próxima lactancia.
-Asegurarse un buen protocolo de vacunación que proteja a los animales de las infecciones más frecuentes del establecimiento como lo son clostridios, leptospiras y otras enfermedades reproductivas.
Durante este período de transición entre el balance energético negativo, el hígado graso, la pérdida de peso, los trastornos metabólicos y la alteración de la respuesta inflamatoria ya comentados, la vaca tendrá una capacidad inmunológica disminuida por lo que está predispuesta a una serie de patologías interrelacionadas como ser la retención de placenta, metritis, endometritis, mastitis, dislocación izquierda abomaso y aumento de los días abiertos con la consecuente demora en la preñez de los animales.
Por estos motivos es imprescindible que los veterinarios encargados de la sanidad de los establecimientos, establezcan políticas de prevención de éstas enfermedades en este período de transición y no tener que tratar a los animales ya con las enfermedades instaladas con las consecuentes pérdidas productivas y económicas sumadas al costo de los tratamientos.
Recordatorio del metabolismo energético
En el hígado normal, los ácidos grasos no esterificados llegan desde los depósitos grasos periféricos al hígado, donde se transforman en triglicéridos de baja densidad (VLDL) y se vuelcan nuevamente a la sangre. También pueden ser oxidados por beta-oxidación en las mitocondrias y peroxisomas y cuando ésta oxidación es insuficiente se produce acetil coenzima, la que al producirse en exceso se libera en la sangre generando el estado fisio-patológico llamado CETOSIS (vaca caída). Como vemos una eficiente Beta-oxidación hepática de los ácidos grasos es fundamental para proveer al organismo la energía necesaria para la síntesis de la glucosa, indispensable durante los períodos de ayuno o de balance energético negativo.
Este metabolismo energético está controlado por varios estímulos y condiciones como lo son: disponibilidad de alimentos, actividad física, temperatura, estadios productivos, estrés, cambios fisiológicos y patológicos.
En resumen, durante el período de transición como consecuencia del aumento de las demandas fetales, los requerimientos energéticos maternales para la preñez y lactancia junto a los cambios metabólicos, hacen que los ácidos grasos almacenados salgan de los adipocitos y sean tomados por el hígado. Cuando la cantidad de grasa incorporada al hígado supera la capacidad de esterificarlos u oxidarlos, se acumulan en el hígado generando un hígado graso con las siguientes consecuencias:
-Disminución de producción de urea con aumento del amoníaco en sangre.
-Disminución de la producción de glucógeno que es la principal fuente de energía.
-Reducción de secreción de bilis afectando la digestión.
-Disminución de producción de lipoproteínas muy importantes en el transporte almacenamiento y metabolización de los lípidos.
-Disminución del sistema inmune con el riesgo creciente de mastitis y metritis.
-Disminución de la fertilidad de las vacas.
Por lo tanto, es muy importante la prevención y tratamiento efectivo de esta acumulación grasa hepática a fin de evitar tantas pérdidas económicas. Laboratorio FATRO atento a estas necesidades cuenta con HEPAGEN, un producto que estimula la producción de enzimas a nivel hepático que consumen las grasas acumuladas en el hígado, pudiéndose usar como preventivo y también como curativo en estos procesos sin tiempo de espera en leche.
(*) Dpto técnico Fatro